BRUNO MARS: EL BILLONARIO SEDUCTOR
Por: Eduardo Venegas
Ilustración: Ana Navarro
El regreso de Bruno Mars a México, con su gira 24K Magic, nos pareció la ocasión ideal para presentar un perfil del artista norteamericano, con los detalles más importantes de su carrera, como sus años de formación en Hawaii, la búsqueda de una oportunidad para entrar a la industria musical y los momentos más obscuros y dolorosos que atravesó en el proceso de convertirse en una superestrella de primera línea. Como leerán, muchas cosas pueden decirse del intérprete de Locked Out of Heaven. Una de ellas es que el tipo cumple sus amenazas.
Peter perdió la cuenta del número de veces que un productor o alguna disquera le respondía lo mismo cuando pedía una oportunidad: “Tienes todo para triunfar... como el nuevo Enrique Iglesias”. Su aspecto y el boom del latin power en Estados Unidos eran una combinación que empecinaba a los “genios” de la industria musical en llevarlo por ese camino y más con su apellido, latino hasta el tuétano: Hernández.
Aquello inició por ahí de 2002, cuando se mudó de Hawaii a Los Ángeles con el sueño de hacer carrera musical, armado con la formación que recibió durante su infancia y adolescencia en una banda familiar. En L.A. se alió con dos amigos -uno de ellos es Phil Lawrence, quien sigue trabajando con él y es parte de su banda, The Hooligans; es el tipo con gafas que verán más cerca de él en todos los videos, siempre con algún sombrero- para formar un equipo de producción, The Smeezingtons. Pero antes hizo un cambio decisivo.
Harto de que le propusieran siempre ser el nuevo hot latin boy de la música, abandonó el nombre de Peter Gene Hernández Bayot y lo cambió por uno fuera de este mundo: Bruno Mars. La primera parte surgió cuando era un niño gordito y su padre pensaba que eso lo hacía parecerse a Bruno Sammartino, un viejo luchador de corpulencia notable. La segunda le sirvió para desprenderse de etiquetas raciales y poner su carrera en órbita.
Con nombre nuevo y junto con los Smeezingtons, escribió y produjo dos temas que esparcieron el olor de un peso pesado de la música en ciernes: Nothin’ on you, de B.o.B, y Billionaire, de Travie McCoy. La voz de Mars en los coros y su poderosa presencia -pese a que mide apenas 1.65 metros- fueron claves para convertirlas en éxitos instantáneos y él se convirtió en un sonido y un rostro conocidos.
Era 2010. Una reseña de Billionaire por la BBC consignaba un dejo egoísta y ambicioso en los versos de Mars: I wanna be a billionaire/ So fucking bad/ Buy all of the things I never had./ I wanna be on the cover of/ Forbes magazine/ Smiling next to Oprah and the Queen. Se trataba de una declaración de intenciones. Él mismo le contó a Forbes que la inspiración para esa canción fueron las carencias durante sus primeros años en Los Ángeles: “Estaba harto de tener que pensar en qué podía gastar y en qué no. Si no me alcanzaba para el desayuno, debía esperar hasta el almuerzo para comer algo”.
Quizá no llegó a la portada de Forbes -aunque el año pasado el sitio de la publicación le cumplió el deseo con una portada falsa-, pero en 2013 fue incluido en la lista que hacen con las 30 personas menores de 30 años más influyentes en el mundo de la música. El tipo había demostrado tener lo necesario, -what it takes, dicen en inglés-: canta, compone, baila, produce y posee el feeling indispensable para saber cuando una canción será en un éxito. Y es muy consciente de este don. Cuando un reportero de Rolling Stone le preguntó si realmente tenía ese instinto, respondió sonriendo: “No sé. Googléame... ¿lo tengo?”.
Aquellas dos canciones llegaron en 2010, el año de su despegue, a finales del que lanzó su primer álbum: Doo-Wops & Hooligans, con éxitos como Just the Way You Are, Grenade y The Lazy Song. No tardaron en aparecer las comparaciones con Michael Jackson, por su look y su música, pero también por el halo de auténtica estrella que transmitía desde el principio, con su voz aterciopelada, sonrisa confiada y amplia, copete Jamesdeanesco, oculto a veces bajo una distintiva fedora gris, y movimientos propios del Rey del Pop o del Rey-Rey: Elvis Presley. Esto último no era coincidencia: con cuatro años, lo conocían como "El imitador de Elvis más joven del mundo" pues se caracterizaba como El Rey en el acto de variedades montado por su familia en hoteles de Honolulu -así apareció en la película Honeymoon in Vegas-. Aunque no recuerda gran cosa de esa época, tiene claras dos cosas: “Probablemente no hablaba mucho... pero era jodidamente bueno”.
Crédito: Forbes
Ahí hay otro rasgo innegable del segundo hombre más famoso nacido en Honolulu -lo siento, Peter, pero Barack Obama es un oponente demasiado duro-: los testimonios de periodistas que lo han entrevistado dejan ver cierta arrogancia del cantante. Pero seamos claros y justos: no se trata de la prepotencia del político que se sabe intocable dentro de un sistema judicial fallido, sino de la autosuficiencia del crack que conoce la calidad de su juego y se permite ciertos gestos de vanidad que no diezman su carisma ni una pizca y quizá incluso lo dotan con un toque de magnetismo.
El despegue de Bruno Mars fue espectacular, pero él mismo puso todo en riesgo con la nota más obscura de su carrera hasta la fecha. En septiembre de 2010, con Just the Way You Are rumbo a la cima en las listas de popularidad, fue arrestado en el Hotel Hard Rock de Las Vegas por posesión de cocaína.
El policía que lo arrestó asegura que Bruno dijo: “¿Puedo ser honesto con usted, señor? Cometí una estupidez pero nunca antes había usado drogas”. En una charla con GQ, él se abrió por completo: “¡Era joven y estaba en las pinches Vegas, no estaba pensando!”. Luego añadió que la lección que sacó fue que su sueño de tantos años pudo haberse arruinado por una estupidez: “Me preparé toda mi vida, es lo único que sé hacer y pude haberlo perdido”.
Esto último no es una frase hecha, El-sueño-de-mi-vida, estilo Hollywood -en cuyas exclusivas colinas está su mansión-. Está tan convencido de su vocación que le aseguró a Rolling Stone que de no haber sacudido a la industria como lo hizo, estaría en algún restaurante con una guitarra, pero siempre haciendo música: “No había plan B”.
Las influencias artísticas -y la multiculturalidad- le fueron heredades por partida doble. Su padre, Peter, es un percusionista puertorriqueño y judío que abandonó Brooklyn en los 70 para probar suerte en Hawaii. Su madre, Bernadette, era una cantante y bailarina filipina que se crió en Honolulu. Con ese contexto, el nombre Peter Gene Hernández Bayot es perfectamente comprensible. Sus padres se conocieron trabajando en el Hotel Hilton de Waikiki y en ese ambiente formaron The Love Notes, la banda en la que Mars dio sus primeros pasos en la industria del entretenimiento. La disolución del grupo, cuando sus padres se divorciaron, puso su mundo de cabeza: “Mi papá vendió la casa, perdió sus negocios y pasamos de vivir en un buen vecindario a no tener casa”. Las cosas eran tan difíciles que vivían en una limusina. Esa época fortaleció su carácter y la determinación de triunfar con un talento que ya se manifestaba con la canción escrita para su mamá cuando él tenía cuatro años: I Love You, Mom -pueden escucharla aquí-.
Con su hijo convertido en una superestrella mundial, Bernadette seguía pendiente de él y en mayo de 2013, mientras estaba de gira en Alemania con su segundo disco, Unorthodox Jukebox, lo notó exhausto y le envió un mensaje: “Necesitas descansar”. Bruno voló de vuelta a Los Ángeles y cuando aterrizó recibió una llamada que hasta hoy le parece incomprensible: su madre había sufrido un aneurisma cerebral y estaba inconsciente en un hospital de Honolulu. Aunque voló enseguida para verla, fue tarde, pues murió al día siguiente, con solo 55 años. Hasta la fecha no sabe cómo lidiar con el tema: “Es una pesadilla”.
Con todo y el demoledor golpe, Mars arrancó una gira tres semanas más tarde, con las fechas que tenía ya comprometidas para promover el nuevo disco, donde había un espíritu más agresivo y directo en términos sexuales, con canciones como Locked Out Of Heaven -en la que varios críticos encuentran el sonido de The Police- y Gorilla, además de Treasure, donde la sombra de Michael Jackson aparece de nuevo.
La gira, sus apariciones en dos Super Bowls -2014 y 2016- y la colaboración con Mark Ronson en Uptown Funk lo mantuvieron vigente durante los cuatro años que tardó en lanzar su tercer material, 24 K Magic, que salió en noviembre de 2016 y que lo traerá de vuelta a México: 31 de enero en el Estadio Universitario de Monterrey, 2 y 3 de febrero en el Foro Sol de la Ciudad de México y 5 de febrero en el Estadio Chivas, en Zapopan.
El disco mantiene los tonos funk apreciados en Unorthodox Jukebox y añade tintes del sonido de los años 80 y 90, que se aprecian también en su nuevo look. Con este material, Bruno Mars se presentará en México para seguir cumpliendo el sueño que profetizó hace más de siete años: Oh, everytime I close my eyes/ I see my name in shining lights/ A different city every night, oh I... I swear/ the world better prepare/ for when I’m a billionaire. El tipo no estaba alardeando: era una declaración de intenciones que ha cumplido a cabalidad.
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