ENRIQUE BALLESTER: "LOS PERIODISTAS OPINAMOS MUCHO Y LEEMOS POCO" (SEGUNDA PARTE)
Por: Eduardo Venegas
Enrique ganó el Premio Panenka a Libro del Año 2020
/ Fotografía: cortesía Enrique Ballester
Cuando comenzó a escribir sus primeras columnas, Enrique Ballester no tenía ninguna pretensión vocacional concreta; lo hizo más bien obedeciendo al impulso de contar lo que sentía en relación con su club, al que seguía desde Suecia. No tenía un plan para convertirse en periodista o cosa parecida, pero conforme el camino se fue desenvolviendo frente a él, desarrolló una noción propia de lo que es la profesión, que ejerce siempre con el mismo respeto, sin importar la tarea específica que desarrolle, y en la que ha aprendido a convertir aparentes desventajas en fortalezas. Con ese contexto aunado a ciertas bases ha formado una identidad que le ha valido reconocimiento internacional, un amplio y creciente número lectores, y ha convertido también sus célebres Barraca y Tangana en dos libros. De eso, su relación con el futbol, la importancia de la escritura y hasta de la paternidad y la influencia que ejerce en su oficio habla en esta segunda y última parte de la entrevista. Todo y siempre sin poses.
Cuando eras niño, ¿llegaste a pensar en dedicarte a esta cosa que se llama periodismo?
En el colegio, cuando preguntaban qué quería ser de mayor yo decía “periodista deportivo”. No hay tradición en mi familia, pero mi primo tenía un kiosco, vendía periódicos y a mí me apasionaba leer periódicos deportivos, era casi enfermizo; mis padres me castigaban sin comprarme el Marca. Ya siendo profesional, yo decía que con hacerme un abuelito, un señor que ha estado 30 años, 40 años escribiendo del Castellón, tenía suficiente; pero la vida te va llevando. También gracias a que las redes sociales permiten que te lean en más sitios, han ido surgiendo trabajos de ámbito nacional.
Y ya convertido en periodista, ¿cómo has ejercido el oficio?
Siempre he hecho lo mismo: para mí una crónica de tercera división era tan importante como una final de la Champions y así lo he escrito siempre. El lector de un equipo pequeño, modesto o de una categoría baja, merece el mismo respeto que un lector o consumidor de periodismo de un equipo grande o de un acontecimiento grande. A veces desde el periodismo se desprecia al lector de la prensa regional, pero al menos en España hay un montón de periódicos regionales con profesionales y periodismo muy buenos, a veces no tan conocido o llamativo como el que sale en televisión o en medios de tirada nacional. De alguna manera yo me siento partícipe de todo eso, porque yo he trabajado en un periódico pequeño, en una ciudad pequeña, siendo de un equipo pequeño y ha sido una escuela maravillosa.
¿Qué ventajas le encuentras a esa escuela?
Te da una cercanía al personaje que en los clubes o ciudades grandes no existe; ese acceso para hacer cualquier tipo de entrevista o reportaje y contar historias, es maravilloso. Hay gente joven con ganas de irse a ciudades grandes, a medios mayores y creo que la gente también tiene que entender que es muy difícil saber qué pasa en el vestuario del Barça, o que le pasa en la cabeza a Messi; eso lo sabe la gente que sigue la actualidad del Barça de un día al otro; tú desde tu pueblo tienes que intentar saber qué pasa en el equipo de tu pueblo. Así aprenderás a hacer periodismo también, a tener tus fuentes. Hay que hacer periodismo de calidad con independencia de que sea un equipo de cuarta o quinta o primera división. Además, tanto en el fútbol como en la vida, es muy importante convertir una teórica desventaja en ventaja; a mí vivir en una ciudad pequeña, alejado de Madrid, de Barcelona, de esas intrigas palaciegas que envuelven a los clubes grandes, me da una libertad total a la hora de escribir la columna: por ejemplo, yo puedo opinar de Messi lo que quiera sin deber nada a nadie, sin estar pensando si esto va a molestar a alguien, porque desde allí me ven como una cosa exótica, como un chico que está fuera de foco, en una ciudad a centenares de kilómetros. Y el lector se acerca a mí sin ningún tipo de prejuicio, sin ponerme una etiqueta de “este es del Madrid”, o “es del Barcelona”, es una doble libertad como columnista.
Futbol al margen, ¿cómo explicarías qué es el periodismo?
Se puede hacer una respuesta muy idealista: “Contar lo que los demás no quieren que se cuente”, pero al final el periodismo es una industria, un negocio, y uno tiene que pelear con ese equilibrio entre tu independencia como periodista y ser consciente de que tu empresa necesita hacer rentables tus contenidos; ese estira y afloja no es fácil. Yo creo que el periodismo simplemente es ir a un sitio, ver lo que ocurre, hablar con los protagonistas y luego contar: un proceso de interpretación de la realidad para contárselo a la gente. A mí lo que más me gusta todavía es ir a un sitio, ver un partido de fútbol y contarlo, sentir las emociones que envuelven un partido, verlo en directo, y es algo que se está perdiendo cada vez más, acentuado con la pandemia; uno tiende a contar las cosas a distancia; pero la cercanía con el protagonista y el acontecimiento es fundamental. Luego hay periodismo de investigación, de opinión, de datos… pero sobre todo es interpretar la realidad y contarla, hacer una traducción, una descodificación para explicársela al ciudadano. Eso en cualquier ámbito: deportivo, político, económico…
PASAPORTE
Nombre: Enrique Ballester
Fecha y lugar de nacimiento:
1983, Castelló, España
Ocupación: Periodista y escritor.
¿Crees en la objetividad del periodista?
Creo en la honestidad del periodista. La subjetividad a menudo es inevitable en muchos géneros periodísticos. Con la información uno debe tratar de ser ecuánime, objetivo, pero cuando entras (en el caso del periodismo deportivo, que es el que yo más trabajo) en el análisis de un partido de fútbol, es inevitable cierta subjetividad, si no, bastaría con la ficha del partido con los datos, lo podría hacer un robot; pero si tú escribes una crónica, que es un género que te permite cierto jugueteo entre la información, la opinión, la literatura, el periodismo… hay que jugar un poquito, siempre ciñéndote a los hechos, pero interpretándolos. Es importante que en estos tiempos de periodismo inmediato, audiovisual, se mantenga esa tradición cronística tan importante que ha tenido el fútbol, o la cultura, en los medios. Todavía tiene su nicho de lectores y creo que los medios deberían cuidarlo. A mí como lector, ya no hablo como periodista, la ennumeración de puros hechos no me resulta atractivo; ahora se dice “la gente no lee más de 400 palabras, que no va a pagar por leer”, y yo estoy en contra, porque la experiencia me dice que si a la gente le das buenos contenidos, la vas a fidelizar y te va a acabar buscando, porque quiere saber qué opinas de tal partido y cómo lo has visto; los periodistas tenemos que defender el rigor, el análisis y la firma por encima del medio.
¿Cómo hacemos para defender esa clase de ideas y de trabajo?
En mi caso, como decía antes: hago cada crónica como si fuera la final del Mundial. Aunque pienses que lo van a leer 10 personas, aunque sea un partido de cuarta división, entre semana, con mil personas en el campo, tú tienes que ser honesto contigo y con el lector, sea uno, sean mil o un millón, da igual. Siempre respetar el oficio me parece fundamental. Igual que tú juzgas a un futbolista que ha tenido una mala actuación y no sabes si la noche anterior no durmió porque tenía un bebé que lloraba, o su madre había tenido un problema, el lector no tiene que saber si has tenido un buen o un mal día. Y repito: tienes que ser un soldado de tu firma y defenderla, nuestro nombre es lo que tenemos. Hay tantos periodistas por ahí, que cada vez que firmas algo tienes que dar lo mejor de ti. Es el único consejo que me atrevo a dar a cualquier persona, porque es lo que he hecho yo siempre.
A propósito de lo que tú haces, ¿de dónde salió el nombre Barraca y Tangana para tus columnas y tu primer libro?
Barraca es una construcción típica valenciana, una casa que tenían los agricultores, y aquí “montar la barraca” significa “poner el autobús”, cuando un equipo es muy defensivo. Y la tangana es el barullo; la Copa América, mis amigos y yo la llamamos la Copa Tangana, porque siempre hay una tangana al final. Yo empecé escribiendo en 2006 unas columnitas cuando estudié Erasmus (un programa de intercambio que existe en Europa para ir a estudiar a otro país durante la universidad). Trabajaba en un periódico local y me encargaron que contara la vida del hincha a distancia: yo estaba en Suecia, era de un equipo pequeño y no podía ver muchos partidos, así que tenía que fijarme en los alrededores para hablar de lo particular a lo universal, de la actualidad a lo atemporal, y escribía las columnas centradas en el Castellón. En 2016 me piden que escriba eso mismo, pero ya no sólo de mi equipo sino del fútbol en general y nace esa serie de columnas: Barraca y Tangana. Esos dos conceptos representaban mi manera de ver el fútbol en ese momento: mi equipo estaba en tercera división, que era como el cuarto nivel del fútbol español. Y era cuando se hablaba mucho del Tiki-Taka, del juego preciosista, y yo lo que veía a diario era otra cosa muy distinta: la barraca y la tangana.
¿Y cómo se transformaron las columnas en el libro?
En ese momento estaba preparando para la editorial Libros del K.O. una especie de dietario, de reflexiones, referencias vitales, culturales… y cuando empieza la serie de columnas muchas de las ideas que estaban en los borradores para ese dietario acabaron camufladas en las columnas, porque son de fútbol, pero hablan de otras cosas. Les dije que no veía mucho sentido a avanzar en el dietario, porque toda mi producción se abocaba a las columnas, y ellos mismos dijeron: “Podemos sacar el recopilatorio de columnas”. Ese libro se formó con lo hecho de 2016 a 2018 y como funcionó bien, del 2018 a 2020 se hizo otro recopilatorio, que es Otro libro de fútbol.
Tu tweet fijo pone eso: “Sabes que estás en la editorial correcta…”.
Como empecé a escribir en un periódico que se llama El Periódico (que como idea de marketing me parece muy bien, porque uno va al kiosco y dice: “Quiero el periódico”), Otro libro de fútbol jugaba con esa idea… que es estúpida, pero ha sido un título que ha llamado la atención y realmente da lo que promete. También había un punto de autoparodia, porque todavía hay una carga peyorativa sobre el autor que escribe de fútbol y a veces cuando me preguntaban: “¿Vas a sacar otro libro?”, yo respondía que sí, y me decían: “¿otro libro de fútbol? Escribe ya de una cosa seria, déjate de tonterías, deja de comprar cromos de Panini, de escribir cosas de fútbol y sé un adulto de una vez”. Mira, pues aquí está: Otro libro de fútbol.
Tus columnas parten del futbol, pero abordan aspectos de vida; lo usas como un medio de expresión.
Yo he descubierto lo que es la vida a través del fútbol. Me ha acompañado desde que tengo uso de razón; probablemente sea la única que he vivido como niño, como adolescente, como joven, y ahora como supuesto adulto; es una herramienta muy válida para hablar de otras cosas, porque hay muchos paralelismos entre el fútbol y la vida. Por ejemplo, el fútbol nos enseña muy rápido a asumir que no puedes ganar siempre. Contra los mensajes de éxito obligatorio que constantemente nos envían desde las casas de apuestas hasta incluso en la educación, de que “hay que ser el mejor y hay que ganar y si no eres un fracasado”, en el fútbol aprendes primero a pactar unas reglas para jugar, y luego a asumir que no puedes ganar siempre y que si quieres ganar vas a necesitar ayuda de los demás.
Hablando de tus columnas, ¿tienes un proceso-método para escribirlas?
Es algo que construyo a posteriori, porque escribo de una manera muy intuitiva; lo que se ve en Barraca y Tangana no es que yo piense: “Tengo que explicar la vida a través del futbol”, como si tuviera una fórmula mágica: “Hay que poner un 60% de experiencia propia, un 20% de cosas que he visto esta semana, un 5% de humor, un 5% de mis hijos…”; las columnas reflejan cómo vivo el fútbol con mi familia, con mis amigos, con mi profesión. Es algo muy natural. Pasa que ahora en la vida te piden un cuerpo teórico para todo y cuando tienes que aparentar ser escritor o algo así, tienes que explicar que hay una teoría detrás de lo que simplemente es intuición; no hay nada forzado o impostado. Mi rutina de los últimos 17 años es que cualquier cosa que se me ocurre, que leo, que veo, que me pasa, puede ser material potencial para la columna, entonces voy apuntando cosas, notas, antes más analógicamente, ahora casi siempre en el teléfono. Apunto esas ideas o las twitteo: hago una captura y las guardo; seguirme en Twitter es como un adelanto, una suscripción premium a mi columna.
Supongo que ahí radica el éxito de lo que haces. Como muestra, tu premio Panenka por Otro libro de fútbol.
Me preguntabas si cuando era niño pensaba que iba a dedicarme a equis cosa, y a veces me pasan cosas que ni siquiera había imaginado. El premio Panenka (que es una revista que yo admiro mucho como lector) es algo que no esperaba, sobre todo por los condicionantes: yo estoy lejos del foco mediático del periodismo español, no estoy en una ciudad grande, sino pequeña… Y que gente a la que yo admiro valore mi trabajo, te refuerza en lo que haces. Estoy muy contento y agradecido con una revista que me gusta mucho.
Dices que el premio te refuerza, pero ¿cambia tu actividad, tu rutina profesional?
No mucho, ¿eh? Una cosa buena del oficio para mí es que a mis hijos todo lo que yo pueda hacer les da exactamente igual; llega el premio y una le ve defectos, el otro: “Yo pensaba que iba a ser una copa, una medalla, pero no…”. Y está la realidad prosaica, que ganas un premio, pero luego tienes que ir a trabajar y en un periódico hay que hacer muchas cosas, no sólo la columna o una crónica, que es lo que puede lucir, hay que hacer un millón de cosas, así que cualquier cosa se te quita pronto y es bueno que así sea, porque realmente hacemos una cosa muy simple, que es escribir de fútbol, no hay que fliparse tanto. Es como el equipo pequeño que juega contra el grande y mete en 0-1 en el minuto 5, pero al minuto 15 ya va 3-1 perdiendo. La realidad es ésa, no la del 0-1.
Hablando de cambios trascendentales, ¿cómo cambió tu vida el ser padre?
Voy a decir una frivolidad: me cambió porque tenía temas nuevos de los que escribir en la columna (risas), que no es poca cosa, porque como sabes yo escribo de lo que me pasa y hubo un momento en que llevaba casi 10 años escribiendo de mis fiestas, de mis resacas, de irme por ahí, de mi vida un poco disoluta… y cuando aparece mi hija me hace replantearme ciertas cosas y me da un tema nuevo. La paternidad me ha ayudado a relativizar. Me tomaba demasiado en serio el fútbol, porque además de mi afición era mi trabajo y había un coctel ahí, a largo plazo, peligroso. Mi hija me salvó de eso. Primero por el mero hecho de existir, y luego porque le da igual el fútbol. Ese contraste entre algo que para mí era muy importante y para ella es absolutamente irrelevante, me ha ayudado a reírme de mí mismo, a comprender un poco lo absurdo que es (a la vez, inevitable para mí) que algo tan poco importante me afecte tanto, y me ha dado mucho juego para escribir.
"La paternidad me ha ayudado a relativizar. Me tomaba demasiado en serio el fútbol y mi hija me salvó de eso".
¿Para qué sirve escribir? Además de ganarse la vida, claro.
Eso es básico. El otro día decía: “Si me toca la lotería y me hago millonario, no escribo más; el próximo libro se llamará El último”. También a veces me sirve de terapia; yo que no suelo hablar mucho de fútbol en casa (a mi mujer no le interesa el fútbol tampoco, y no quiero que los problemas del trabajo afecten en casa), así que la escritura ha sido una vía de escape, tiene un punto sanador, porque uno lo suelta todo. Incluso antes, cuando era un chaval, cuando salía del campo tenía esa pulsión de compartir mi punto de vista de lo que había visto, necesitaba escribirlo. Eso me tranquilizaba y todavía lo hace. La vida me puede putear pero por lo menos tengo la revancha de ajustar cuentas cada semana.
¿Y cómo eres como lector?
Me acerqué a la lectura de manera natural. Primero, a través de la prensa deportiva, en el negocio de mi primo. Y en mi casa siempre ha habido mucha prensa, se compraban tres diarios cada día: uno de información general, uno de información local y otro de deportiva. Ha habido algunas lecturas que para mí, ahora lo veo que me han influido más de lo que pensaba; hay una serie infantil de libros aquí en España, Manolito Gafotas, de Elvira Lindo, sobre un niño pequeño de Madrid; yo me partía de risa leyéndolo, Hablaba de fútbol y familia, fútbol y amistad, fútbol y cotidianeidad; y demostraba que lo serio (porque son libros serios) no tenía por qué ser aburrido, te podías reír. Ahora leo a muchos periodistas, gente como Milena Busquets, Manuel Jabois, Javier Aznar, Ander Izagirre me parece fantástico… lo malo de decir nombres es que siempre se me olvida alguno y quedas un poco mal. Enric González, que es otro de los que leo siempre, dice que el periodista tiene que leer como si la vida le fuera en ello, porque realmente le va la vida en ello. Ahora los periodistas leen poco; opinamos mucho y leemos poco o menos de lo que deberíamos.
El tiempo que estuviste en Suecia, ¿a qué nivel te influyó?
Mucho. Yo soy una persona muy tímida, muy reservada, y luego de un año en un país ajeno, en el que no conocía a nadie, con un idioma que no era el mío (ni el primero, ni el segundo de los que hablaba ahí la gente), cuando volví fue como una liberación, porque pensé: “Cualquier cosa que me pase, por lo menos es en mi idioma y tengo a mi madre un poco cerca”. Eso por el lado personal, de espabilar, de aprender a buscarte la vida. Por otro lado, fue un paso para conocer una realidad ajena y desmitificar el hecho de irte de tu ciudad; cuando llegas a una ciudad nueva, más grande, con gente nueva, todo el mundo de entrada te parece más interesante, más listo, y cuando llevas un tiempo ahí te das cuenta de que todo el mundo tiene sus defectos. Igual cuando tu equipo ficha un delantero y sólo has visto un video en Youtube, con los goles, el primer día, debuta y mete un gol, te parece maravilloso; pero cuando ya lleva unos meses, dices: “Este es igual que el que estaba antes”. Y cuando vas ahí ves que hablan en otro idioma pero son igual que mis amigos, igual tienen defectos. En ese sentido, me hizo pensar: “Toda ciudad tiene sus ventajas y sus inconvenientes, sus virtudes y sus defectos; una por lo menos es la mía”. Aparte ves que eres capaz de solventar situaciones que pensabas que a lo mejor no eras.
La última: en una columna dices que de niño te preguntabas qué pasaría al convertir tu afición en tu trabajo, porque si sale mal te quedas sin ambas. ¿cómo crees que ha salido hasta ahora?
No me puedo quejar, pero es un riesgo que he corrido y que todavía corro, porque aunque salga bien, tu afición no va a ser igual. A veces el fútbol se idealiza de lejos y cuanto más sabes, hay un poco de desencanto; a veces preferiría no saber… el penúltimo año, que estuve alejado de mi club, lo disfruté de una manera distinta, porque no sabía cosas que pasaban dentro; era simplemente ir al fútbol y esperar que ganaran. Es algo que pierdes cuando te dedicas a esto, es un precio que cuando empiezas no ves que vas a tener que pagarlo, pero tienes que ser consciente de que no vas a ver el fútbol igual nunca más. En el balance creo que compensa: vives cosas muy cercanas, puedes contarlo y es satisfactorio; cuando va bien, disfrutas, y cuando va mal, aprendes mucho.
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