NEESKENS: EL OTRO JOHAN
Por: Eduardo Venegas
Fotografía: Rob Mieremet/ANEFO
A medio metro de distancia, desde el otro lado de la penumbra, me observaban dos pozos de fuego intenso y azul. Sólo la pantalla del radio y esos ojos rompían la obscuridad dentro de la camioneta. Los mismos que vieron desde dentro dos finales de Copa del Mundo en Múnich y Buenos Aires, que siguieron el genio de Johan Cruyff, que presenciaron la gestación y explosión de la revolución más espectacular en la historia del futbol, y que han analizado cómo las vueltas del balón y del mundo cambiaron por completo el panorama. Además de todo eso, los ojos de Johan Neeskens han vuelto a observar de cerca la esencia del futbol en distintos rincones del planeta.
Como parte de Worldcoaches -un programa impulsado por la federación de futbol de su país-, el holandés emprendió hace cinco años un viaje que lo ha llevado de las rítmicas favelas brasileñas a sitios como la inhóspita Kenia y la imprevisible Isla Komodo en Indonesia, pasando por la polifacética Sudáfrica, hasta llegar a tierras mexicanas. Fue ahí, en la calurosa La Paz, Baja California, donde me encontré con él.
Luego de acecharlo y seguirle los pasos durante todo el día, conseguí sentarme a charlar con él alrededor de las nueve de la noche, en el interior de una camioneta improvisada como sala de prensa para protegernos de los 38 grados de temperatura del exterior y del bullicio de un montón de niños que corrían y peloteaban afuera, en una cancha de tierra enclavada en una colonia poco favorecida del municipio y cuyo sistema de alumbrado acababa de ser inaugurado.
Las condiciones, claramente, contrastaban con aquellas a las que Neeskens se acostumbró durante su carrera como jugador y entrenador. Por eso lo primero que me salió fue señalar la diferencia entre el primer mundo futbolístico y el entorno donde nos encontrábamos. Él respondió con una conclusión contundente y casi poética: “El fútbol en los barrios es la verdad”.
En su español con acento de encantador de serpientes, me contó lo que había visto en sus viajes con Worldcoaches: “En Europa, los niños del club más pequeño de nivel amateur tienen cuatro o cinco campos de hierba artificial y pueden practicar el fútbol cuando quieran, pero hay muchas otras partes donde no hay ni un pequeño campo de juego… Y me da la pena”.
Esta última frase la pronunció llevándose la mano al corazón. Por eso le creí cuando habló con entusiasmo de los beneficios del proyecto al que hoy se entrega: “Es importante para los niños por distintas razones: favorece la salud, los motiva a hacer deporte, aprenden a respetar a compañeros y oponentes… tiene un gran impacto social”. El programa se dedica a capacitar a directores técnicos infantiles alrededor del mundo y es por esa vía que buscan ayudar a los niños: “Ellos tienen derecho a tener un buen entrenador”.
La pasión de Neeskens al hablar de la importancia de preparar de forma adecuada a los chicos me hizo preguntarle cómo nació en él la vocación docente. Su respuesta no fue el cliché de “transmitir a las nuevas generaciones mis conocimientos”, que en ciertos casos esconde una dosis de egolatría o incapacidad para desprenderse de lo único que se sabe hacer realmente bien. Los motivos del holandés son mucho más nobles: “Ser entrenador es diferente en un equipo profesional y en uno de niños. En el barrio debes detectar los problemas que hay, mirar a tu jugador y entender porqué hoy es así y al día siguiente, totalmente diferente: ¿qué hay con este chico? Voy a ver cómo es su situación en casa, con sus padres o con quien viva, su comportamiento en el colegio, si siempre está en la calle, ¿con quién está? Todo para saber cuál es su problema y qué puedo hacer para ayudarlo. Si va en mal camino, hay que buscarle ayuda. Esto es más que ser sólo un entrenador: eres padre, hombre de confianza, mentor. Esto queremos transmitir en barrios como este”.
"EL DINERo manda en el FúTBOL y esto ES maL asunto"
Esa concepción del trabajo con los niños es loable y resulta más llamativa en alguien que, en distintas facetas, formó parte de dos de las escuelas más reputadas en el futbol internacional: Ajax y Barcelona. En Ámsterdam fue parte del legendario equipo que ganó tres veces seguidas la Copa de Europa; en la Ciudad Condal fue jugador -junto a Cruyff- y, muchos años más tarde, asistente técnico de Frank Rijkaard. Cuando conversamos, el Ajax acababa de jugar la última final de la Europa League con el Manchester United y quise saber su opinión sobre el hecho de que el club volviera a esos planos. “Es increíble, porque significa que todavía están trabajando muy bien”, me dijo, pero enseguida metió el freno para aclarar: “Yo lo he dicho: el Ajax no va a ganar más la Champions League. Es imposible”.
Against Modern Football
Más que sobre la situación del club de Ámsterdam, Neeskens habló del estado actual del futbol europeo: “El dinero manda. Hay clubes que compran jugadores de 60, 70, 100 millones… uno de esos vale todo el Ajax, con sus 25 jugadores y cinco o seis entrenadores”. Explicó entonces cómo los clubes millonarios se roban los talentos del Ajax con 15 o 16 años: “Le prometen a los padres: ‘los llevamos a tu hijo y a ti a Inglaterra, España o Italia… te conseguimos trabajo, al niño le pagamos’ y se los llevan. Holanda no puede pagar salarios de cinco, seis o siete millones al año. Más aún: no se puede fichar. No podemos competir con los clubes gigantes. Por eso Ajax nunca más ganará la Champions. Si llegan a la final, es un gran éxito, con un promedio de 21 años, muchos de ellos vienen de las fuerzas básicas del Ajax, pero seguramente el año próximo le quiten cuatro o cinco jugadores, que son muy baratos para los clubes millonarios”.
Eso me lo dijo en mayo y antes de que el curso 2017-18 arrancara, el Ajax había vendido a Davy Klaassen (24 años), titular en la final de Europa, igual que Bertrand Traoré (22 años), quien volvió al Chelsea, de donde estaba cedido, pero sólo para ser vendido al Olympique de Lyon. Argumentos que respaldan la conclusión de Johan: “El dinero actualmente manda en el futbol y esto es mal asunto”.
No pude evitar hacer una comparación con el pasado. ¿Por qué su Ajax sí pudo dominar Europa? “¡Porque nosotros jugamos cuatro años seguidos con el mismo equipo! Eso genera automatismos: cuando tú y yo entrenamos y jugamos juntos cuatro años, yo sé tus movimientos, tus cualidades. Entonces sí puedes triunfar, el trabajo del entrenador es más fácil. Ahora en un año cambian ocho o nueve jugadores. Mucho más problema para el entrenador. No tiene el tiempo de antes y todos quieren enseguida éxito, títulos… esto no es posible”.
Luego, siguió contra otro problema del futbol moderno: los precios prohibitivos. “En los años 70 y 80 veías familias enteras en el estadio; ahora por los precios, es imposible. Si van, son 200 dólares por cuatro personas, es mucho dinero. Por eso muchas veces el estadio no está lleno e incluso para verlo en televisión tienes que pagar. Es ridículo”.
Para contrarrestar la amargura de estos asuntos, decidí llevar la charla a una época en la que la gran revolución del futbol y su destino no se decidía en los despachos ni a punta de billetazos, sino dentro del campo y con el impulso de las ideas.
Totaalvoetbal
En mi móvil llevaba un par de imágenes guardadas especialmente para mostrárselas. Abrí la primera, le extendí el teléfono y cuando lo vio hizo una media sonrisa con un dejo de melancolía: “Mi amigo, que tristemente ya no está”. La foto era de dos Johan sobre una bicicleta: Neeskens y Cruyff. Los recuerdos surgieron: “Tuve el honor de jugar siete años con él. En los años 70, fue el mejor jugador del mundo. Y fue uno de los mejores entrenadores por lo que hizo con el Barcelona. Por sus cuatro títulos y sobre todo por la manera de jugar”. Luego, el análisis: “Todo lo que has visto actualmente sobre el Barcelona, es indicación suya. Con él a cargo comenzó toda la importancia del fútbol base en el club. Casi todos los jugadores que salían de ahí, entraban al primer equipo”.
"NO SIEMPRE EL MEJOR FÚTBOL GANA"
Le mostré una segunda imagen, en la que ambos aparecen durante un partido del Barcelona, con el balón parado, probablemente antes del cobro de una falta, Cruyff señala hacia la izquierda y mira hacia ese lado, y Neeskens hace lo propio con el costado derecho: el césped del Camp Nou y el fútbol todo vigilado por las miradas de los Johan, como indicando el camino que el club debería seguir en el futuro. Su reacción: “Esto es típico él: dirigiendo a dónde tiene que ir todo”. Le pregunté por la sociedad que formaron y respondió: “Hablamos el mismo idioma en el fútbol. Jugando siete años juntos, él decía una palabra y yo sabía lo que quería decir; esa es la inteligencia del fútbol: él podía mirar allí y yo allá, me decía algo y yo sabía lo que quería decir. Era muy bonito”.
Ellos dos fueron engranes fundamentales en la Naranja Mecánica que deslumbró al mundo y que hubiera sido imposible sin la dirección de un hombre: Rinus Michels, el entrenador de esa Holanda, que había establecido antes su laboratorio en el Ajax. Fue ahí donde Neeskens lo conoció: “Él estuvo en el Ajax desde 1965. Empezó buscando futbolistas para jugar de una manera que pensaba que podía tener éxito. En 68 llegaron a la final de la Copa de Europa contra el Milán y perdieron 4-1. En el 70 se fueron jugadores mayores y Michels me buscó; yo era un jovencito de 18 años pero él conocía mis cualidades, me puso en el primer equipo y tuvimos mucho éxito”.
Amén de la innovadora forma de jugar, en la que todos los jugadores contribuían en todas las labores, el equipo ganó 10 títulos en cuatro años, incluidas las tres Copas de Europa consecutivas: “Fue algo excepcional. Ahora no va a pasar más que un mismo club gane tres veces seguidas la Champions, para mí es imposible. Pero este señor [Michels] montó en el Ajax el Totaalvoetbal, el Futbol Total, también en 74 con Holanda. Sabía mucho de futbol; tácticamente y de lo qué es necesario para un profesional: cómo debe entrenar, pero también cómo debe comportarse fuera”.
La Holanda del Mundial 74 tiene la peculiaridad de ser el único subcampeón más memorable que el campeón y quise que uno de sus protagonistas me dijera porqué. Su peso en el equipo estaba tan claro que fue él, no Cruyff ni nadie más, quien cobró el penalti que puso adelante a la Oranje en la final, que acabarían perdiendo 2-1. “Es normal que se hable de ese equipo. Con todo respeto a Alemania, que tenía buen equipo, la manera de jugar de Holanda era atractiva, siempre atacando, hasta antes de la final metimos 14 goles y sólo recibimos uno. Ser tan ofensivo y solamente encajar un gol habla de que toda la organización era perfecta, porque tú puedes atacar todo lo que quieras, pero vas a encajar goles también. Pero lo nuestro era Total: cuando uno sube, el otro cubre su zona, el defensa va, yo como medio me quedo en su zona. Todo mundo puede subir y todo mundo debe bajar, trabajamos como un equipo”.
A partir de aquellas memorias que siguen vigentes más de cuatro décadas después, Neeskens reflexionó con orgullo: “El mejor fútbol fue de Holanda, pero no siempre el mejor fútbol gana; también otras cosas intervienen. Lástima que perdimos, pero yo sigo muy contento de que llegamos a la final, algo que no todo mundo logra. Yo estuve dos veces seguidas, cuando muchos no llegan ni a una”. Luego, entre análisis y lamento, recordó: “Tuvimos la mala suerte de jugar en los dos casos contra el local: Alemania y Argentina. Fue una desventaja”.
Me venció la tentación de preguntar si cambiaría todo lo que marcó esa Holanda por una Copa del Mundo y obtuve a cambio una escena tan impactante que, al recordarla, Johan alumbró el interior de la camioneta con sus ojos azules muy abiertos y acompañó el relato abriendo los brazos y las manos para dar una dimensión física a sus palabras: “En el 74 fue excepcional. Regresamos a Holanda muy decepcionados, pero cuando llegamos al aeropuerto había 80 mil personas gritando y celebrando. Imagínate si hubiéramos ganado…”.
Gloria y gratitud
Tras ese Mundial, Neeskens alcanzó a Cruyff y Michels en Barcelona. Uno de los recuerdos más intensos de sus cinco años ahí es del ambiente en el Camp Nou: “En esa época había lugar para aficionados de pie y cada partido estaban 95,000 personas en el estadio. Cuando salías del túnel a la cancha te daba la piel de gallina”. Su máximo orgullo llegó en el 76: “Fui elegido mejor jugador en España: la primera vez que lo logró un extranjero. Ni Cruyff lo logró. Fue todo maravilloso, el club se quedó en mi corazón”. Lo dice pese al rumor que indica que el Barça lo vendió por negarse a pasarle papel del baño al presidente José Luis Núñez, que en plena necesidad descubrió que no había rollo en su cabina. 30 años después volvió como asistente de Frank Rijkaard y de esas dos temporadas tiene grabado que ellos pusieron a Lionel Messi en el primer equipo: “Eso no lo voy a olvidar nunca”.
El último banquillo profesional en el que Neeskens se sentó fue el del Mamelodi Sundowns, en Sudáfrica. Fue un año y medio salpicado por invasiones de cancha y ataques de aficionados iracundos, pero eso no lo previno de unirse a Worldcoaches, un proyecto que lo ha llevado a sitios igual de exóticos y con obstáculos como la corrupción; en la aduana de la Ciudad de México, por ejemplo, le impidieron introducir uniformes, balones y otros obsequios que la Federación Holandesa envía para los niños y sus entrenadores. A pesar de que él tenía los permisos en regla, alguien pretendía sacar una tajada, un soborno que él se negó a pagar, por lo que los artículos nunca llegaron a quienes estaban destinados: “Es el único país donde me ha pasado algo así”.
¿Por qué dejar las comodidades del futbol profesional, donde sus credenciales le abrirían sitio sin mayor problema? Johan Neeskens habló sin ceremonia ni pose:“En 2012 dejé de ser entrenador y este proyecto para mí hoy merece más importancia, el futbol me dio mucho y aquí yo puedo devolver algo ayudando a esta gente; a lo mejor es un poquito, pero es mi sueño”.
El hombre con acento de encantador de serpientes y los ojos de fuego azul salió entonces de la camioneta a la calurosa noche de La Paz, donde aguardaba una cancha de tierra tan distinta a las de sus tardes de gloria europea.
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